Hubo algo aquella noche, un encuentro casual. Una fotografía inesperada. Instante que retrotrae a lo mejor de los sentidos para alimentarlos de música y añoranza por un mito. La mirada incendiaria, cálida y tierna pero sugerente; entre mástiles musicales, clavando sus pupilas en mí.
De esas imágenes que uno no espera encontrar pero agradece. Una de las grandezas de este Arte. Me recordó que hubo una vez esa gran alma voladiza del cine que nos hizo soñar a golpe de fascinaciones. Algunas frágiles como la suya, pero con el agradecimiento de su existencia que nos hace grandes, por aquello de dar a nuestros sentimientos unos límites distintos de la realidad.
A pesar del tiempo, de las épocas, pero bien acompañada, Marilyn Monroe en una fotografía que no es como otra cualquiera.
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