Uno de los proyectos que a largo plazo estoy desarrollando es la serie que llamo extraoficialmente “Gólgota”. Consiste en fotografiar mujeres crucificadas con puestas en escena muy distintas y muy distantes. A fecha de este artículo sólo he desarrollado cuatro. Dada la expectación y en ocasiones controversia, que despiertan las fotografías que componen esta idea, he querido escribir esta explicación y fundamento acerca de mi proyecto.
La idea base es mostrar una imaginería social sobre la situación y encrucijada de la mujer en la sociedad actual. Es decir, sus desafíos, sus problemas, sus carencias, su imagen contrastada con la del hombre… Para ello me he servido de un símbolo como es la cruz, como es la crucifixión. ¿Por qué?. Estamos en un Occidente multicultural que gracias a la tolerancia social y política permite que convivan toda clase de religiones, cultos, ideologías o sencillamente la ausencia de alguno de estos elementos. En un mosaico de variedad hay unos cuantos símbolos que independientemente de su origen y semántica son muy conocidos; incluso por los sectores y/o personas que no comparten su significado. La cruz es uno de ellos. Gran parte de la población sabe lo que significa este símbolo incluso sin profesar una determinada creencia o haber recibido una concreta educación. Ciertamente, este fenómeno es debido a la herencia judeocristiana que hemos tenido en Occidente. Sin embargo, la grandeza de esta representación iconográfica, hace que su semántica trascienda los cambios del pensamiento humano. Esa trascendencia hace que su identidad sea accesible para una gran parte de la población. Por eso he querido usar el simbolismo de la cruz como vehículo conductor a la hora de dotar mi mensaje de comprensibilidad y accesibilidad. Esto unido a que es la mujer el núcleo central de la obra, hace precisamente que hasta la fecha todas mis crucifixiones sean féminas en lugar de hombres. El paralelismo obvio entre un Jesús crucificado y una mujer cae por su propio peso; a la mujer le queda mucho por conseguir hoy en día a pesar de que creo que ahora mismo, en Occidente, ha alcanzado un estatus de libertad, respeto y autonomía no conseguidos en otras épocas. No obstante soy de la opinión de que seguimos siendo una sociedad preferentemente machista. Pienso que las jóvenes generaciones son más abiertas y que a la larga seguirá produciéndose una mejora de la calidad social que debe serle atribuida a toda mujer, y es la igualdad de derechos y posibilidades como cualquier otra persona. Con sus carencias y virtudes femeninas al igual que los hombres poseen como tal en su condición.
Por el contrario he de decir que no hay ni un solo atisbo de misoginia en ninguna de las fotografías. Ni siquiera en la “Santa Paciencia”, 2008. En la concepción de esta fotografía quise que la imagen constituyese un golpe visual. Algo que entrase de sopetón para despertar pensamientos y conciencias. Que la fotografía sea desagradable es una concesión que hago al estilo creador. Esa estética es directa con mi mensaje. A saber, maltrato sexual, problemática con las drogas, violencia doméstica y finalmente, los estigmas de Cristo de nuevo. Lejos de vilipendiar la figura religiosa que representa la persona del predicador de Nazaret, estoy seguro que si viese esta metáfora estaría de acuerdo con ella. Y digo metáfora, no comparación pues considero indigno que el Ser Humano se compare con cualquier persona o personaje deístico de cualquier religión. Los estigmas confieren un realismo crudo a la imagen y humanizan el sufrimiento haciéndolo palpable y reconocible. El título de esta fotografía es una alusión directa a la lucha constante de la mujer. Dicho título reconozco no está exento de cierto cinismo pero limpio totalmente de cualquier interpretación despectiva.
Las otras crucifixiones realizadas hasta ahora poseen un estilo totalmente distinto. Por un lado tienden más a la estética, a la creatividad pura de las formas del estilismo y de la imagen. Es por ello que en la primera crucifixión (bautizada como 1.0) haya un gran trabajo de posproducción rozando casi el diseño. No obstante siempre he mantenido que a pesar de estar muy retocada como se dice hoy en día, su base son dos fotografías, el muro de ladrillos y la modelo en sí misma. No oculto desde luego el uso de diferente software como son los programas de Corel, Photo-Paint y Painter. Este último famoso por ser un clásico de diseñadores (incluso en el cine). Como se ve en las fotografías puestas, otras crucifixiones tratan más de trabajos de estudio.
La Crucifixión 3.0 responde a una religiosidad explícita. Oculto el desnudo en transfiguraciones de la imagen para supeditarla a una simple persona cubierta por trapos. La sencillez de una tela da paso a la amargura de una crucifixión representada gráficamente. La foto simula lejanamente un diseño, o mejor dicho, un boceto de una persona crucificada. Por ello la sangre está colocada a posteriori, a diferencia de la “Santa Paciencia” cuya puesta en escena es real (aquí vuelvo a destacar el excelente trabajo de mi maquilladora oficial Inés Rodríguez, y la realmente paciente modelo Cristina). La sangre, los trapos que cubren un cuerpo desprotegido, el símbolo de un cáliz… todo son referencias a Jesús crucificado. Signos directos, concluyentes y explícitos que no dejan lugar a dudas y favorecen el mensaje que supone el pie de la foto “he aquí el sufrimiento-ecce cruciamentum”. Hay también un rostro femenino superpuesto, usado como imagen aparte. En este caso con una tachadura. De esta manera se alude a la negación del individuo producida por la crucifixión. Una forma de negar a la persona, marginarla, liquidarla.
La restante crucifixión se reduce a un torso. Un ejercicio de posproducción que curiosamente tiende a la belleza, al juego de colores y a sus formas. No todo ha de ser desagradable en mis crucifixiones. En su día esta fotografía fue titulada “Crucifixión 2.0 o la esperanza de Longinos”. El nombre del célebre romano supone una alusión directa a que todos podemos ser los que hacemos daño sin por ello dejar de esperar un perdón en base a un arrepentimiento real. En cuanto a los estigmas sólo aparece uno, el del torso, precisamente realizado por el mencionado personaje romano.
Todas las crucifixiones han sido expuestas en Zaragoza y concretamente la 1.0 fue publicada por la revista Arte Fotográfico (Madrid, 2001) dentro de su serie de origen, la colección de “El Muro”. En otro artículo hablaré de esta colección.
Cada crucifixión es única y no tiene porqué guardar paralelismos con las otras. No es una colección al uso, es un mensaje en diferentes formas, en diferentes medios de llegar al espectador. Creo que estas fotografías reúnen los dos pilares de toda obra de Arte. Dichos pilares son a mi entender mensaje y sensibilidad. No por ello ha de ser la obra una concesión fácil, no por ello tiene que ser bella. Y por supuesto no hay ningún ánimo de ofensa. Todo lo contrario, yo en mis obras no agravio, en todo caso critico.
Espero seguir con este proyecto. Dada su complicada realización discurre poco a poco pero con pasos firmes, dotando a cada obra de espíritu e identidad propias cual hijos de un mismo padre. Esa es una de las grandezas del Arte.