Estos días pasados ha venido a mi memoria una fecha que me sirve de pretexto para reflexionar. Un 25 de marzo, de hace 209 años, moría Georg Friedrich Philipp Freiherr von Hardenberg, más conocido como Novalis. Él y unos cuantos nombres más, forjaron a finales del siglo XVIII el movimiento romántico. Para muchos fue el último movimiento “total” que ha dado el hombre, pues afectó a todas las facetas de la vida: religión, política, arte, guerra, vestimenta, filosofía… Hablar de este movimiento requiere tantos ríos de tinta como interpretaciones, pero siempre quedan las obras de los que lo hicieron nacer.
Novalis fue uno de esos escritores que sucumbió a los sentimientos. Quiso aprender de ellos para encontrarse a sí mismo. Pero el camino es oscuro ya que toda luz produce sombras, como toda rosa tiene espinas. Yo como tiendo a la oscuridad, en lo que hago, en lo que siento, me acerqué a Novalis y me sorprendió.
Por eso os invito a descubrirlo y de paso conocer un matiz más de ese romanticismo que hoy suena a prensa rosa barata. Lejos de la realidad, el romanticismo engloba tantos matices y tan ricos que hoy nos sorprendería llamar con ese apelativo un simple verso de pago enviado por telefonía móvil.
Ahí es donde radica uno de nuestros defectos, la materialización del alma y la espiritualización de la materia. Pero volver a ser romántico decimonónico sería peligroso para una persona de hoy en día. Ya lo era para ellos. ¿Quién es romántico hoy?. No lo sé. Simplemente es cuestión de caminar, hacer camino al andar. Así puede que encontremos lo que Novalis denominó flor azul. Que no es otra cosa que encontrarnos a nosotros mismos, ahí dentro esta la respuesta. Un mensaje universal llevado a la práctica por esas mentes de hace dos siglos que dejaron de pensar, para simplemente, sentir. Luego los tiempos cambiaron y con ellos las percepciones de la realidad. Pero siempre quedó algo de ese romanticismo amanerado en versos de amor, vampiros oscuros o arte incendiario.
Ahora Novalis cobra fuerza porque nuestra sociedad es tan dramática como sus versos y tan oscura como la senda que conduce a esa flor azul, rodeada de otras flores, pero siempre ella única. Como cada uno de nosotros. Quizás ahora comprendamos mejor aquello del “Sturm und drang”. Ahora que lo vemos de lejos desde una sociedad completamente desnaturalizada pero donde quedan huecos para recordar y recolocar a esos hombres que modificaron el devenir de la Historia a golpes salvajes de pasión.
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