sábado, 24 de julio de 2010

La vida de los piratas.



Uno de los temas históricos que más ríos de tinta produce es el de la piratería caribeña del siglo XVII. Extraña es la tendencia del ser humano a mostrar interés e incluso admiración, cuando no delectación, por las actitudes dañinas frente a la vida y frente a los demás. Es decir, hacer el mal. Porque lo curioso de este caso es que la piratería como tal, la que cualquier persona piensa cuando se la imagina, proviene nada menos que de un posicionamiento de lucro, criminalidad y violencia, que nos muestra una realidad totalmente distinta de lo que popularmente creemos.

Yo, confieso, me apasionan esos piratas. Aquellos hombres que se lanzan a la delincuencia con el mero objetivo de vivir lo mejor posible, hasta que la muerte los alcance. Expertos marineros y hedonistas inconclusos. Sus fechorías, increíbles a la par que atroces, han dado muestras de lo que la tenacidad y la sagacidad humanas, son capaces de conseguir, aunque sea al otro lado del bien. Historia real y literatura figurada, nos llegan desde hace siglos para fascinarnos con otros mundos, otros mares y otros hombres, muchos de ellos únicos y con vidas irrepetibles. Por ello llevo unos cuantos libros devorados sobre el tema, y ahora, uno recién editado, me recuerda e ilustra cómo eran, cómo vivían y cómo pensaban estos ladrones del mar (y de la tierra).

Hay que reconocer que existen muchos estudios sobre este asunto. Y si el escritor no peca de trivialidades, y cumple con su tarea investigadora, se puede hacer una anatomía, cada vez más precisa, sobre la piratería, no sólo caribeña, también de otras tantas no menos importantes. Por tanto, los ojos con que abro cada libro que el destino pone en mis manos, intentan no tanto dejarse sorprender como aprender un poco más acerca de este tipo de personas.

Stuart Robertson es el autor de un libro sobre piratas caribeños. Suena a déjà vu. La idea que aporta Robertson es intercalar textos originales sobre piratas, corsarios y filibusteros, contando las facetas más conocidas de ellos. O dicho de otra manera, indagar en los tópicos piratas a través de la gente que habló sobre ellos o los conoció. Ahí hay un exceso quizás, pues gran parte del libro se basa en el desmenuzamiento de uno de los estudios clave de este tema, como es el de la Historia general de los robos y asesinatos de los más famosos piratas. Atribuido a Daniel Defoe (aunque con dudas al respecto) el libro recoge datos, andanzas y juicios de la piratería allá por el siglo XVII y sobre todo el XVIII. El libro de Defoe, que firma como Capitán Charles Johnson, es una de esas referencias imprescindibles a las que todo interesado acude para conocer a los “enemigos del mundo”, como se hacían llamar. No quiero reprochar que la obra de Robertson sea un epítome del susodicho libro de Defoe, pero es la fuente a la que más acude.

Salvado este hándicap, la idea de Robertson es más que decente. Va directo al grano y nos muestra la realidad pirata de una forma clara, concisa y apoyada en textos históricos. Si a ello sumamos un glosario, una buena bibliografía y algunas ilustraciones, nos encontramos con un libro genérico más que recomendable. Lo cual no es poco dentro de la ingente cantidad de publicaciones sobre estos truhanes del mar.

El libro de Robertson supone en definitiva, una guía por la historia real del día a día de estos piratas así como el nombre a nombre de los grandes líderes del mar que conforman la leyenda de estos “rebeldes” de la sociedad. Sus capítulos suponen pinceladas concluyentes y aderezan el conjunto, con la virtud de no quitar ni un ápice al resplandor que irradian estos villanos de las aguas.

Constantemente se editan libros, se proyectan documentales y se hacen exposiciones. Es un tema eternamente joven y de actualidad, ya que siempre quedan barcos por rescatar, documentos que leer e historias que reescribir. En todo esto además, España tiene mucho que decir, al ser la causa del nacimiento de la piratería americana, caribeña, antillana o como se la quiera llamar según proceda el caso. Nuestro país fue la dominante de un Nuevo Mundo y como tal, diana de las otras potencias occidentales. En realidad, la historia de siempre. La verdad es que no hay mar libre de piratas, mientras existan presas apetecibles del país que sea. Lo vimos antes en el Mediterráneo, en el norte de Europa, el Pacífico y ahora en zonas como las tristemente conocidas razias de los piratas en aguas somalíes.

Sin embargo nadie olvidará a los piratas caribeños de los siglos XVI y XVII. Su capacidad de saqueo, sus burlas a las autoridades y su desprecio a la horca, los convierten en nuestro alter ego, pues en las grietas de nuestra moral, habitan los deseos de la trasgresión. Donde reside el mal, no tiene cabida una buena conciencia. Pero el Arte, en este caso el escrito, siempre podrá dar cobijo en la imaginación del lector, a estas fascinantes personas que, a pesar de la literatura y el cine..., no habrían dudado seguramente en esclavizarnos o matarnos si se topasen con nosotros en el mar.


“La vida de los piratas. Contada por ellos mismos, por sus víctimas y por sus perseguidores.”

Stuart Robertson, ed.

Editorial Crítica, 2010.


lunes, 12 de julio de 2010

“Claroscuro” galardonada con el tercer premio en el concurso Joaquín Gil Marraco.

Tres fotografías de mi última colección han ganado el tercer premio de la vigesimoséptima convocatoria del concurso internacional de fotografía Joaquín Gil Marraco. El certamen es uno de los más veteranos de Zaragoza y lo concede el Ayuntamiento de esta ciudad. Por eso, lejos del peculio, se trata de la impronta personal que deja este reconocimiento. Quiero agradecer al Jurado y a las personas competentes, este reconocimiento a mi obra. Es el primer premio aragonés que se me concede y eso ocupa ya un lugar especial en la vida del que suscribe.

Si desde un principio la obra parte como fruto de un equipo, desde las modelos, cuerpo técnico de la realización, hasta todos aquellos que me apoyan y creen en lo que hago, no es menos importante reconocer que el mérito es de todos. Por eso os invito, por un lado, a la inauguración de la exposición que se celebrará el 21 de septiembre en la Casa de los Morlanes de Zaragoza, y por supuesto, a la entrega de premios que se realizará en el Ayuntamiento de Zaragoza durante las Fiestas del Pilar, en octubre de este año.

Enhorabuena también a los dos ganadores que me preceden en este premio, así como a los autores que han concurrido. En total sumamos la nada despreciable cantidad de 270 fotografías a concurso para esta convocatoria.

Gracias, de todo corazón.

Ángel Burbano


P. S. Se pueden ver las fotografías ganadoras en el sitio web oficial del Ayuntamiento de Zaragoza.

http://www.zaragoza.es/ciudad/fiestaspilar/concursos/marraco.htm


domingo, 4 de julio de 2010

Senda.



Todos los viajeros, y casi todos los que viajan, tienden a realizar, por lo menos una vez, la inmortalización del viaje que desarrollan cual signo vital de su existencia. Una carretera, un camino, en línea recta y con un final perdido en el horizonte, donde no alcanza la vista. Sumidos en la magia subyugante del camino, el devenir de los pasos andados y una cámara para recordar el día de mañana.

Intuyo que hay algo vital en este tipo de fotografías. Puede que sea la búsqueda de lo distinto o un estado mejor que el presente. Hay quien desea cambiar y dota su periplo como si de un viaje iniciático se tratara. Hay quien no vuelve, pero casi todos hacen esa fotografía. Como si de un hermanamiento se tratara, o un rito del aventurero. Un leit motiv para algunos y una imagen que provoca reflexión no tanto por el viaje turístico como por el viaje interior.

He visto muchas fotografías de este tipo. Mezclan lo sublime del paisaje con lo subyugante del destino acotado en asfalto, pero liberado por el horizonte que no se alcanzará nunca. Lo curioso es que a veces no sabemos por qué captamos esta imagen, pero sencillamente así ocurre. Y no hay dos caminos iguales, ni dos imágenes equivalentes vistas por distintos ojos. Es la búsqueda que se traduce en senda, puede que sin principio ni fin.