Podría tratarse de las traicioneras costas de Cornualles. O incluso nuestro confín donde se termina el mundo. Lo cierto es que por aquí pasaron corsarios de toda laya. Como nosotros, cuando huimos del asfalto. Huir, esconderse. El signo de los tiempos. Espero que una sirena me evada; y volver para contarlo. Recordar, en provectos días, que las piedras me sobrevivirán. Entonces volveré con mis sirenas para no regresar.
lunes, 30 de julio de 2012
martes, 10 de julio de 2012
Luz.
Si hay alguien que ha resistido ante lo ineluctable. Que no ha cesado en levantarse tras la caída. Y su pensamiento ha ido más allá del aliento para tornarse en energía y superación, esa persona es Luz Casal.
Al margen de su música, en su rostro leo las cicatrices de la vida y el mapa de un destino, que como el de todos los humanos, no es más que un constante duelo contra la imagen del espejo.
El pasado día siete de julio, ante doscientas personas, alumbró la velada de Zaragoza en su nuevo resurgir; un paso hacia uno mismo.
lunes, 2 de julio de 2012
Famosos impostores.
Con sólo oír su
apellido se le eriza a uno la sangre y una gota fría de sudor recorre el
espinazo hasta desaparecer en nuestros miedos. La oscuridad de la noche no es
igual desde el éxito social que alcanzó una célebre obra de vampiros,
irrumpiendo en las vidas occidentales del siglo XIX. Tanto en novela como en
teatro y posteriormente en cine, el conde Drácula eclipsó nuestras conciencias.
Es más, comenzó a hacer sombra a otros seres no menos extraordinarios de su
misma laya. Hay otros vampiros y otros autores ocupando un lugar vital en el
género, pero a nivel popular, Abraham Stoker concibió el personaje más conocido
y más comercializado. Suele ocurrir. Pero invito, y he aquí lo que nos atañe, a
indagar y descubrir otros autores y otras obras. Y sin ir más lejos, Bram
Stoker supone el mismo caso.
El autor de Drácula
fue un hombre culturalmente inquieto. Dublinés nacido en 1847, estudió Ciencias
Exactas pero nunca abandonó su vertiente literaria y ensayística. Entre la
necesidad de comer y el afán de alimentar su intelecto, los derroteros de la
vida le llevaron a conocer personajes y campos del conocimiento humano, a veces
de los más esotéricos. Fue famosa su relación con gente como el poeta Walt
Witman y sus escarceos con la sociedad Golden Dawn (Orden del Alba
Dorada). Sociedad esotérica que tuvo mucho predicamento en la Inglaterra del
siglo XIX. Ciertamente, esta época fue crisol de todo tipo de debates. Un siglo
donde se pusieron grandes pilares de la ciencia, a la par que las mentalidades
dejaban espacios a toda posibilidad. No es de extrañar que temas literarios
provenientes de la imaginación gótica-romántica del siglo anterior, rebosaran
vida e imaginación decimonónica. A la postre, muchos arquetipos acabaron
consagrándose y echando raíces en la cultura popular occidental. A personas
como Stoker les debemos ese granito de arena.
Pero el célebre
dublinés fue también una mente periodística. Por ejemplo, en 1885 publica
“Impresiones sobre América”, y en 1908 “Atrapados en la nieve; recuerdos de una
gira teatral”, fruto ésta de su relación con el actor Henry Irving. De camino
en un jardín de las delicias plagado por lo que acabará siendo su perenne fama,
he querido salirme del frondoso bosque de cuentos folclóricos y vampíricos que nos
legó, para deleitar la curiosidad histórica con un pequeño estudio que publicó
en 1909 con el título “Famosos impostores”. El epígrafe lo dice todo. La
historia de la Humanidad está plagada de felonías y engaños, unos descubiertos,
otros no. Y en medio, muchos misterios a la espera de ser dilucidados. Stoker
nos muestra en este trabajo diferentes casos históricos por los que falsarios
de todo tipo intentaron suplantar a personas, gastar bromas pesadas, robar,
ocultarse o simplemente... gobernar un país. Para ello el autor selecciona
casos concretos más o menos cercanos a su época y referidos a la cultura
anglosajona. En el abanico de su análisis nos habla de temas muy curiosos dando
especial importancia a las personas que han intentado suplantar a otras con
fines crematísticos. Destacan de esta manera casos como el de Arthur Orton,
quien intentó hacerse pasar por un desaparecido miembro de la familia
Tichborne. Lo cual le llevó a ser juzgado en 1873 con nefastos resultados.
Stefan Mali, que intentó nada menos que hacerse pasar por el zar Pedro III de
Rusia. La legendaria figura de Sebastián, rey de Portugal, nacido en 1554 y
muerto en la “Batalla de los tres reyes” (una guerra familiar por el poder de
Marruecos en donde todos los pretendientes curiosamente fallecieron). O quizás
no tan muerto, dentro del folclore portugués se espera su regreso, ante la
certeza de que nadie encontró sus restos después de la batalla de
Alcazarquivir, el 4 de agosto de 1578. Y es que hay mucho de realeza en el tema
de la impostura. Ser rey o reina es apetitoso y hasta peligroso. El paradigma
suele ser típico: alguien poderoso o rico, desaparece, muere sin encontrarse
los restos y alguien lo intenta suplantar. Sobre cualquier ejemplo prevalece
uno. Y es capital, se trata de Isabel I de Inglaterra. A ella le dedica, no
sólo una correcta divulgación histórica, sino incluso la investigación personal
que Stoker hace del caso. Isabel de Inglaterra, fue hija de Enrique VIII. Rey
conocido allá donde se hable de divorcios matrimoniales y por el deporte de
cortar cabezas humanas. En Aragón, este regio hombre de mirada atronadora es
inolvidable, pues su primera esposa fue Catalina, quinta hija de los Reyes
Católicos. Catalina se convirtió en su primera mujer y en su primer divorcio.
Semejante proceso de separación, supuso un cambio radical en la religión de
Inglaterra, a partir de entonces de cuño anglicano y con cabeza incuestionable
en el propio rey. Siguiendo un hilo tempore irónico aunque cáustico,
Catalina no acabó con la cabeza separada del cuello (suerte que corrieron dos
de las seis esposas que tuvo el monarca inglés). Aunque sus tristes días
terminaron en los muros que le servían de prisión, primero en Bedford, luego en
Buckden y finalmente Kimbolton, donde falleció en 1536. La historia de Enrique
VIII se puede centrar en el ansia de poder y la creación de descendencia. Tuvo
vástagos, y su hija Isabel llegaría al trono convirtiéndose en la última Tudor
en reinar.
Ésta histórica
monarca de Inglaterra fue una de las grandes rivales de Felipe II rey de
España. Con ella, el carisma británico frenó a la Armada Invencible
española, hizo de la piratería y la depredación corsaria un arte, y convirtió
su soltería en asunto de estado: murió sin casarse y sin descendencia. Este
último punto es el que da para hablar en la cultura inglesa. La tradición que
se torna en leyenda y se adereza con chismorreos e investigaciones eruditas,
nos cuenta que siendo niña, la joven Isabel murió en la localidad inglesa de
Bisley aquejada de unas fiebres galopantes. Sus personas de confianza
decidieron suplantarla ante el temor de perder la vida por la ira real. Y según
la tradición legendaria, la suplantación llegó a buen puerto. De ser así, la
futura reina era un rey, presumiblemente llamado Neville, que fue colocado a
modo de impostura vital por el bien de todos. Dicho así, la historia, la
leyenda y el montaje son fascinantes. Y a intentar comprenderla, estudiarla y
atisbar luz, dedica Stoker sus mejores intenciones como mente indagadora.
Huelga decir que
cualquier atisbo de resolución que apareciese hoy en día, no cambiaría mucho la
concepción que se tiene de la reina Isabel. Bajo su reinado, Inglaterra vivió
una riqueza cultural y artística inmensa. Como nación se consagró
definitivamente su poder de ultramar. Con ella, el reino de los Tudor terminó
para dar paso a los Estuardo. Precisamente, al no tener descendencia, Isabel
nombró sucesor a Jacobo, hijo de María Estuardo, ahora ya sin lugar a dudas de
su identidad...
El libro se
completa con diferentes aportaciones entre lo curioso y lo histórico. Entre sus
páginas, también me he encontrado con mi querida amiga La Maupin. Pasará
a la historia como una de las vidas femeninas más aventurera que se conocen. Se
hizo pasar por hombre, tuvo su carrera como cantante de ópera, y sus amoríos
dieron para mucho. Pero por encima de todo esto, me quiero quedar con un
detalle: fue de las pocas mujeres espadachines que han pasado a la Historia.
Efectivamente, el arte de usar armas blancas ha sido más propio de varones. Y
los duelos “oficiales” son propiedad intelectual de los hombres. Sin embargo,
La Maupin, gracias a un maestro de armas llamado Serane, que también fue pareja
suya, aprendió el manejo de la espada tan bien como nadie. No sólo Stoker se ha
hecho eco de esta fémina a la que Théophile Gautier consagró una novela, sino
que cualquier indagación sobre la esgrima se topará con esta dama que llegó a
retar a hombres y alguno, caer rendido a sus pies y no por amor precisamente.
Y es que el estudio
de nuestro vampírico irlandés nos muestra en elenco variopinto de lo más
atractivo. No podría yo resistirme a él. Incluso el tema de la Oculto es
somerante revisitado en estas páginas con diversos casos. Cagliostro, John Dee
y debates más cercanos como el de Franz Anton Mesmer. Y digo bien, debates por
el revuelo que levantó este médico alemán nacido en 1734 con su concepción y
usos de los campos magnéticos animales. En realidad, lo que hizo fue
personalizar a su manera el descubrimiento que el padre jesuita Hehl hizo en
1734 con unos platos de acero imantados, pensando el uso terapéutico de los
campos magnéticos. A la larga, el efecto beneficioso que Mesmer conseguía se
debía más a la sugestión de los pacientes que a las propiedades médicas
propiamente dichas. Lo cierto es que en su momento fue un tema de moda y allá
donde Mesmer abría consulta, no faltaban clientes que crecían a la par que las
pesquisas médicas oficiales para debatir el asunto. No es baladí, llegó a
crearse una comisión en París (con miembros tan destacados como Lavoisier) a
petición de Luis XVIII, para investigar el asunto. Hasta Edgar Allan Poe le
dedicó un relato, “Revelación mesmérica”. Finalmente Mesmer murió en 1815,
retirado del mundanal ruido y de la fama, que acabó desacreditada, en Messburg
(Suavia).
Son todos casos los
que se muestran en “Famosos impostores” con una base de malicia. Pero en
algunos de ellos hablamos también de supervivencia como es el ocultamiento de
la sexualidad que tuvo que hacer durante décadas Mary East con su pareja
femenina. Nacida en 1720 dentro de la humildad inglesa de la época, acabó
adoptando la caracterización de su personaje vital, James How, para
vivir dignamente. Su historia recorre los vericuetos del amor, la supervivencia
y del desenmascaramiento que se produciría años después.
De esta manera, el
periplo propuesto por Stoker es de lo más placentero. Nos muestra historias de
la historia con su pluma de periodista. O mejor dicho, biografías; ellas, las
vidas de las personas, son las que conforman el devenir de las sociedades. En
su escritura eso sí, nada que ver con la artesanía literata que encontramos en
sus relatos de ficción. Quizás no un genio, pero sí todo un contador de
historias para no dormir. Y aquí, en el caso que nos atañe, leeremos una prosa
divulgativa amena aderezada con chispas personales. Por eso, como comentaba al
principio de este artículo, invito a leer al otro Stoker. El que busca la
verdad, olvida los monstruos de la imaginación, para adentrarse en ese otro
escenario de la realidad que nos podemos encontrar, sin saberlo, a la vuelta de
la esquina. Donde menos se lo espera uno, lo que percibimos da un giro
copernicano y se muestra de la manera más verosímil. Una vez más se demuestra
que la realidad puede llegar a superar la ficción. Eso sí, sin tener que ocultarse
de noche para evitar la luz del sol.
“Famosos
impostores”
Bram Stoker
Editorial Melusina
2009
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