miércoles, 16 de mayo de 2012

Doctrina y práctica del liberalismo: la cultura liberal.






A través de la espesura de una flébil atmósfera, se abren paso a machetazos palabras que caen como hojas jaleadas por el viento, para acabar mancilladas o, en el mejor de los casos, puestas en una alacena íntima. En radio, televisión o papel. En la tertulia del bar, o en el murmullo de la lejanía, se esgrimen conceptos e ideas que retozan en una bacanal hasta que uno se pregunta acerca del uso que las personas damos a las nociones que tanto se utilizan y por ende, si sabemos realmente lo que significan y simbolizan. Pues hay que recordar que no siempre un término ha expresado lo mismo en la mente de las personas, los lugares y las épocas. Esto viene a mi memoria, debido al lujurioso uso que se da hoy en día a determinadas palabras que llevan implícitas una carga política o histórica prolífica. En unos días como los actuales, el oído recibe una pléyade de términos de gran carga social o cultural. Todos tienen algo en común, el ululato y arrojo con que se defienden o vituperan.

Uno de los conceptos que más encuentro doquiera leo o escucho es liberalismo. Y más en este año de recuerdos constitucionales. No hablemos de debates televisivos, donde la grandilocuencia de los contertulios parece alimentar corazones, camino de un éxtasis que antaño habrían querido los revolucionarios decimonónicos de nuestro Viejo Continente

En este contexto podemos preguntarnos de nuevo: ¿qué es el liberalismo? Y más aún, ¿qué es ser liberal? Si nos ponemos a bucear en la bibliografía existente sobre esta acepción, hallaremos un prolijo mundo de estudios. A vuela pluma resulta jugoso, pero un análisis en profundidad del liberalismo español nos puede mostrar los matices, las divergencias internas y los modos de actuar cuando ha habido un gobierno liberal. No nos engañemos, esto siempre es así. En todos los movimientos hay variedad de opiniones. Y esto es bueno, el debate hace progresar el pensamiento. Siempre conviene hacer descansar nuestro timbre y probar a escuchar lo que dicen los demás. Visto así parece fácil, pero hay un axioma para el estudio histórico: hay que ver el momento, el lugar y las personas (con sus circunstancias). Sólo así podremos analizar el pasado con imparcialidad y análisis crítico. 

De este talante apareció hace unos meses un estudio plural editado por la Universidad del País Vasco. Y es que desde hace un tiempo su servicio editorial elabora la llamada revista de Historia Contemporánea. Se trata de una publicación semestral (a modo de libro) en la que cada número temático aúna colaboraciones de ensayos escritos por personas de muchas universidades españolas. Cuando me percaté de que el número 43 lo dedicaban al liberalismo, me adentré en sus páginas con la profusión del hambre que desea saciarse. Bucear por las investigaciones de mentes dedicadas a mostrarnos la Historia, con retazos y semblanzas que juntas van conformando el cuadro de nuestra existencia. 

El título de la publicación lo dice todo, pero hay más. Diferentes autores abordan varios temas relacionados con el liberalismo o con matices de su pensamiento. Asimismo, el libro comienza como se inicia toda puesta en marcha historiográfica, es decir: de lo general a lo concreto. La introducción que nos encontramos primeramente, es prácticamente un recorrido histórico sobre los orígenes del liberalismo. En mi opinión, imprescindible esta abertura intelectual para no perderse. A ello se suma el aparato crítico que nos muestra no pocos estudios que se han publicado sobre el tema y que suponen para el lector, no sólo un apoyo, sino una invitación por si se quiere profundizar más sobre el tema, discerniendo el grano de la paja. Los autores de esta presentación inicial, Antonio Morales Moya y Margarita Márquez Padorno, harán de Cicerones excelentes. Y no hablo sólo de ese cambio de mentalidad que se manifestó sin ambages en España con la ausencia de Fernando VII. Hay que retroceder aún más y a otros pensadores y lugares, para comprender el caldo de cultivo que cuajará en nuestro país con lo que se dice en este libro: una definitiva voluntad de cambiar el Antiguo Régimen. Para eso hay que ir hasta grandes mentes como John Locke o David Hume entre otros (por no hablar de movimientos individualistas predecesores como los whigs del siglo XVIII inglés). Pues nada se produce al azar y hay una gestación e influencias que abordarán futuras formas de ver la realidad. La visión general mostrada en este primer artículo del libro se podría intitular algo así como una -breve historia del liberalismo- a modo de guía para no perderse en épocas de tanto trasiego histórico. 

En España, luego aparecerá la Guerra de la Independencia, pero con ella vendrán idearios y maneras de gobernar y entender la sociedad, que convivirán bajo una ocupación impuesta. Ya había formas de pensamiento para remodelar el peso de la monarquía sobre la sociedad, véase por ejemplo Melchor Gaspar de Jovellanos, pero hoy encontramos una imagen singular en nuestro ideario colectivo, la Constitución de Cádiz de 1812. De todo ese primer tercio del convulso siglo XIX español, se encarga el segundo ensayo del libro que corre a cargo de Ignacio Fernández Sarrasola. La disección que hace el autor es esclarecedora, pues se centra en las ideas que movieron a los diferentes liberales españoles. Esto es clave por la pluralidad que a la larga formó facciones y partidos políticos. Y por supuesto en las formas de gobernar cuando el liberalismo llegó al poder en nuestro país. No obstante, recordamos, el siglo XIX español era un ir y venir de cambios “bruscos” de poder. Y la vuelta de Fernando VII supuso una terrible persecución, con liberales encarcelados y exiliados (atención a las influencias inglesas sobre los refugiados españoles al otro lado del Canal de la Mancha). De estos últimos se encarga también puntualmente Fernández Sarrasola. 

Y a través de una línea del tiempo bien llevada, nos adentramos en las relaciones monárquicas y los sucesivos gobiernos en el discurrir del periodo decimonónico. Hablamos sobre todo de Alfonso XII y los gobiernos del turno. En realidad, y viene de muy atrás, las Cortes de Cádiz (entendidas como primer gobierno liberal de facto español) no anularon al rey, pero sí delimitaron sus funciones. El debate monárquico fue ampliándose con diferentes versiones y posturas dentro de los políticos españoles. Por ejemplo, me viene a la memoria el Motín en 1836, de los Sargentos de la Granja contra la reina regente María Cristina. Otro ir y venir de oleajes “constitucionales” hacia un cambio liberal. Andando el tiempo, la segunda mitad del siglo XIX vio políticas decisivas en la forma de gobernar. Voto censitario (masculino), problemas económicos, las posesiones de ultramar… De todo esto y más se ocupa el ensayo de Luis Arranz Notario. El autor nos introduce muy bien, comprendiendo la situación social y general de nuestro país, para asimilar el fin de siglo español y ver lo que se avecinaba en el siguiente comienzo secular. Ese principio de siglo, es analizado también por el autor a la hora de entender la inestabilidad que sobre todo, dará paso a la dictadura de Miguel Primo de Rivera. De camino, por cierto, nuestro Joaquín Costa y su visión de pasar página poniendo doble llave al sepulcro del Cid. Una mirada al futuro, que sabemos bien en Aragón, terminó en un sueño para el “León de Graus”.

Y si estos ensayos son de índole general, no puede faltar la economía como caballo de batalla de una sociedad. Da la sensación, de que las cosas son cíclicas o cuando menos, los problemas parecidos. ¿Cómo pensaron la economía de España los liberales del XIX? A esta pregunta responde José María Serrano Sanz de nuestra Universidad de Zaragoza. Huelga decir que crisis no faltaron. La llegada de los liberales en sus sucesivos gobiernos alumbró el librecambismo. Pero esto no quiere decir que en algunos casos y épocas, no practicaran políticas económicas de control e incluso de prohibicionismo. Recuerdo, y es clave, no siempre el liberalismo ha sido igual, porque no son siempre las mismas circunstancias ni las mismas opiniones. Y esto es aplicable a toda la Historia. El autor hace accesible el entorno socioeconómico para lectores profanos como el que suscribe, lo cual es de agradecer. Dentro de la sociedad española, dos sectores van a suponer un debate largo y tortuoso. Los cereales y la industria textil (esta última muy propia de Cataluña). El equilibrio es difícil. La libertad de comercio no siempre soluciona los problemas como se esperan. Y a ello hay que sumar las exportaciones. Es esclarecedor, y escalofriante por su delicadeza, las ventas de vino español al mercado francés que llegaron a ser claves en la segunda mitad decimonónica. Serrano Sanz nos conduce muy bien por los diferentes cambios políticos. Algunos de ellos serpenteantes como las políticas arancelarias. Lo curioso de todo esto es que los sectores industriales comenzaron a organizarse hasta el punto de formar asociaciones oficiales. Esto es importante ya que la industria del país, comenzaba a tomar conciencia propia y con diversos posicionamientos políticos y mercantiles. Se nos muestran además en este texto, las maniobras que realizaron hombres como Práxedes Sagasta, Cánovas del Castillo… en un baile sobre una cuerda floja y sin red. Inherente a la política, nunca desaparece la espada de Damocles sobre el que gobierna. En líneas generales, el debate ha estado entre librecambismo y proteccionismo. Pero como decimos, las situaciones cambian. Por ejemplo, no hay que olvidar la industria del vino antes citada o las pérdidas de las colonias de ultramar. Entre otras cosas, estas colonias (que tenían sus representantes políticos en España) suponían un pilar importante de recursos. Sin ir más lejos, me viene de sopetón a la memoria el azúcar. Termina el texto con una bibliografía final muy detallada sobre el tema, además de las consiguientes notas a pie de página. 

El siguiente ensayo temático nos adentra en el espinoso asunto de la Segunda República española. Digo espinoso porque aún hoy en día levanta pasiones (por usar un eufemismo bonachón). Manuel Álvarez Tardío pone el dedo en la llaga en concomitancia del debate con el que abro este artículo. La clave es lo que cada persona entiende de un mismo concepto. Esto es de vital trascendencia cuando hablamos de la praxis del poder. Y sobre todo cuando está en juego la representación de la sociedad a través de los logros del liberalismo. El autor del texto describe muy bien el periodo previo a la Segunda República. Es más, comienza antes de la dictadura de Miguel Primo de Rivera para analizar los diferentes debates que acaban agostando el liberalismo. Entre ellos, la caída futura de la monarquía. Las controversias aparecen incluso en el bando republicano, porque cabe preguntarse lo que las mentes de ese pensamiento esperaban de una república española. Desde posturas de aunamiento como la de Lerroux, hasta la auténtica revolución que se esperaba aconteciese en nuestro país. Por en medio, un abanico de matices que se explican muy bien en palabras de Álvarez Tardío, acompañado de un profuso aparato crítico (para la brevedad del ensayo) y opiniones de personas de las épocas comprendidas. Hoy les diríamos líderes de opinión, antes, los auténticos intelectuales (o por lo menos, así considero a nombres como José Ortega y Gasset, por poner un ejemplo de este ensayo). A la postre, y con bloques cada vez más definidos, surgiría lo que se da en llamar las “dos Españas enfrentadas”. Al principio en las urnas y los gobiernos, y más adelante en la violencia desgarradora del campo de batalla. Etiquetas, apostillo, vigentes todavía en nuestra sociedad actual. En estos periodos analizados se ve una vez más lo difícil que es ponerse de acuerdo. ¿No trató eso Lerroux o más adelante Niceto Alcalá Zamora? En lugar por ejemplo, de lo que llegó a propugnar Azaña en 1930, cuando hablaba de “una República republicana, pensada por los republicanos, gobernada y dirigida según la voluntad de los republicanos.” (sic. pág. 677). El significado de estas palabras implicaban más cosas y más lecturas, entre ellas, el papel del Estado como tal. Pero eso, es otra historia que se contaría más adelante, con sus diversos matices lógicamente, establecida la Segunda República.

En la profusión y variedad temática con la que se navega a través de la páginas de este libro-revista, me he topado gratamente con una breve semblanza del periodismo español. Y es que uno lleva la comunicación en la sangre y recuerda ese siglo XIX tan manchado de tinta como de opiniones. Margarita Márquez Padorno nos habla de Miguel Moya Ojanguren, o lo que es lo mismo, el primer grupo empresarial mediático español que diríamos hoy en día (lo que se dio en llamar SEDE -Sociedad Editorial de España-). Moya fue un periodista vocacional, instintivo. Tanto es así, que publicaba las crónicas de las corridas de toros de Madrid, antes de que el público saliese de la plaza. De ahí a crear una especie de imperio, hay un paso. Es la historia de este hombre, la de la prensa liberal española. Y entre otras cosas, la de la primera asociación de la prensa que se hizo en nuestro país, la de Madrid. En una época decimonónica, en la que no pocos periodistas eran también diputados, los periódicos diarios tenían un peso grandilocuente. Eran bandera y foro, información y debate, apoyo gubernamental y semillero de duelistas… La prensa siempre ha tenido una línea editorial. Pero a veces la implicación es exhaustiva. Por ejemplo, la autora refiere el hito periodístico del seguimiento del célebre caso de la madrileña calle Fuencarral, que realizó el periódico El Liberal (a la sazón supuso el inicio de la prensa sensacionalista española). Como Márquez Padorno comenta, el periódico (que acabó dirigiendo Moya) aumentó su tirada con el seguimiento del famoso crimen. No obstante, habría que apostillar que dicho rotativo también se granjeó una denuncia y una de las acusadas, Higinia Balaguer, fue declarada culpable y ejecutada un 19 de julio de 1890. El caso apunta el afán de inmediatez e investigación periodística que desarrolló durante toda su vida Moya. Su éxito empresarial fue extraordinario. Y su peso en la prensa española y la política de entonces, decisivo. Quizás, fue entonces cuando se vio que los medios de comunicación podían llegar a ser el “cuarto poder” que hoy sabemos que es. En cualquier caso, se puso de manifiesto en España, que la libertad de imprenta (y por supuesto de opinión) eran necesarias para el progreso de la sociedad en cuanto a la conquista de libertades y salvaguarda de los pilares de la convivencia; a saber, tolerancia y respeto.

Y es que la Historia es más bien el predominio de biografías de personas que hacen cambiar el devenir del tiempo. Comprendiendo a la persona y sus circunstancias se descubre el sentido de sus actos. O dicho de otra manera, analizando lo humano del sujeto, lo personal, se construye la Historia que es Vida. Así lo entendía Gregorio Marañón, hombre de medicina que ha pasado a ser uno de los grandes intelectuales del campo científico e histórico. Antonio Morales Moya nos hace una semblanza de este hombre que personalizó la actitud del médico frente al paciente y además nos legó varias biografías como resultado de su visión de la introspección histórica en el personaje de estudio. A su vez idealizó de manera sublime lo que es ser liberal en pocas palabras. Ser liberal, decía en el prólogo a sus “Ensayos liberales”, es estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que, por el contrario, son los medios los que justifican el fin. Pocas veces encontraremos una definición tan bella del pensamiento y la actitud liberal. Algo romántica desde luego, pero necesaria. 

Como historiador legó estudios biográficos considerados cimeros hasta la fecha. Como polígrafo, una ingente obra a tener en cuenta. Esa mentalidad humana que va más allá del médico y se transforma en calor humano, es quizás lo que más se extrae del breve artículo del autor que encontramos en este libro. No una mente liberal sólo, también un espíritu.

Dentro de lo que la revista hace en llamar miscelánea, uno se encuentra con artículos que si bien no nos hablan de la historia general del liberalismo, sí que lo tocan intelectualmente. Y de ahí una grata sorpresa con el texto de Jorge Muñiz Sánchez sobre los huertos mineros que tomaron forma a principios del siglo XX en la región francesa de Nord-Pas-de-Calais. La idea es simple. En una zona minera comienzan a crearse poblados de obreros que van a vivir para su trabajo. Hay que habilitar una zona para que la vida sea lo más digna y humana posible dentro de la difícil labor de horadar la naturaleza. Dentro de esa concepción de vida obrera, se regala a cada casita habitada por trabajadores, una pequeña superficie a modo de huerto, para el solaz uso de la misma. Distracción, descanso y relajo con una pequeña parte de la naturaleza para cada familia… Pero la pragmática empresarial es más amplia. Eso es lo que se analiza en este fenómeno forjado a finales del XIX y que en el siglo siguiente convirtió esa zona minera francesa en modelo internacional a seguir.  

Desde el punto de vista de las empresas explotadoras de las minas, la Sociedad de Minas de Lens, una idea tan simple iba a resultar más que beneficiosa. El obrero, para relajar la mente de su durísimo trabajo, tiene un huerto a su disposición. En él se solaza, obtiene parte del alimento para su familia (más barato que en el mercado) e incluso convierte la afición en una comunidad amistosa que hasta realiza concursos de huertos. Detrás de ello hay una forma empresarial de entender al trabajador. ¿No es mejor mantener entretenido al obrero para que no piense o se vicie con otras perversiones? Entiéndase perversión como alcohol o rebeldía al patrón. ¿No sirve una comunidad tranquila para economizar rendimiento y gastos? ¿No se crea un espíritu de colectividad que se puede organizar, incluso religiosamente, a través de la horticultura? Estas y más preguntas se aclaran en el presente texto que nos muestra excelentemente lo que da de sí una idea tan simple y según se mira, no muy liberal: ¿no es acaso entrometerse en la vida privada del obrero este control incentivado de su tiempo libre? o ¿es una libertad controlada, sin dejar de ser libres?

Continúa esta sección tan variopinta con un estudio acerca de un fenómeno basado en las defensas medioambientales de dos regiones españolas: Galicia y País Vasco. Poco a poco fue llegando el debate en nuestro país de establecer centrales nucleares para el abastecimiento energético. Fue allá en los finales de los años sesenta cuando se contempla la construcción de centrales de este tipo en España. Y es a través de la transición política de los años setenta cuando la protesta social de las zonas elegidas para albergar una central, se hace más palpable públicamente. Puede parecer añejo ya este tema, pero el enfoque es esclarecedor si analizamos la vertiente política de tales reivindicaciones medioambientales. Con el artículo escrito por Raúl López Romo y Daniel Lanero Táboas, se estudia la simbiosis que, tanto en una zona como en otra, acabó teniendo la vertiente nacionalista en tales reivindicaciones. Procesos de construcción paralizados, e incluso asesinatos, son algunos de los efectos que se producen en estos contextos, claramente diferentes en dos regiones, pero con puntos en común. La comparación enriquece la comprensión. Este es un buen caso de ejemplo para el análisis de la controversia social de la energía nuclear. No olvidemos, siempre un debate caliente.

Y quizás tan fogoso o más como la Guerra Civil de España que se recuerda en otro artículo con los estudios que le dedicó Ángel Viñas, uno de los grandes especialistas de la Segunda República en nuestro país. A esta mente indagadora le dedica unas pinceladas intelectuales e históricas Alberto Roig Tapia. Poco menos que repaso a su obra y puesta al día editorial para una historiografía viva. Pues la Historia no es un compartimento estanco del saber. Fluye la búsqueda, el análisis y la interpretación. 

A estos baremos ayudan las obras que, en la parte final del libro-revista que nos ocupa, son reseñados por diversos colaboradores. En estas reseñas finales encontramos todo tipo de indagaciones interesantísimas. Desde espionaje vasco con potencias internacionales en tiempos de la Guerra Civil, hasta estudios que incluyen a la masonería, o nuestra propia historia (incluyendo la liberal). Diría que son las guindas del pastel. Suculento y atractivo todo el volumen por la temática que trata.

De esta manera, las vicisitudes semánticas a las que aludía al principio de este artículo, se resuelven con un poco más de luz en la frondosidad de la bibliografía temática que nos ocupa. No me canso de recalcar así de esta manera, el conjunto del aparato crítico de esta publicación de la Universidad del País Vasco. Gracias a las notas a pie de página se puede recorrer una relación básica y necesaria para la comprensión del liberalismo. Los ensayos que tenemos entre manos, suponen indagaciones de bisturí certeras para un entendimiento del deseo de libertad que afloró hace tiempo. Y como expresaba antes, no todo ha significado siempre lo mismo, porque no siempre se piensa igual cuando las circunstancias son diferentes (a pesar de que haya puntos en común en la Historia). Y lógicamente, no está todo hecho (nunca lo está) y mucho menos dicho. Pero conviene escuchar a la comunidad universitaria que arropa la investigación y el debate, resortes alambicados del pensamiento. Así, en el entorno plural, nos enriqueceremos como personas. Es el mérito de esta publicación. Es el mérito de un negro sobre blanco, que condensa gotas de un aroma llamado liberalismo.





Historia Contemporánea número 43
Revista semestral de la Universidad del País Vasco.
2011

martes, 15 de mayo de 2012

La pequeña Alemania.





El año pasado escribí un artículo sobre una comunidad de alemanes que en 1916 vinieron a Zaragoza para vivir. En realidad huían del Camerún, acuciados por la Primera Guerra Mundial, y España albergó en distintas localidades a varios cientos de estos germanos, habitantes africanos, que estaban perdiendo territorio frente a los ingleses.

La aventura de la Historia me llevó hace más de diez años al Cementerio alemán de Torrero en nuestra ciudad. Y por ellos contacté precisamente, hace casi dos años, con Sergio del Molino. Este escritor y periodista aragonés, realizó una investigación que se publicó en  2009 por Prames bajo el título de “Soldados en el Jardín de la Paz”.

En la amabilísima comunicación que establecí con el autor, ya me anunció el proyecto de la exposición que quiero recomendar: convertir esa indagación, acerca de la comunidad de alemanes que se asentaron en Zaragoza, en una muestra polifacética que ahora se puede ver en el Centro de Historias de Zaragoza hasta el día 1 de Julio. 

Cuando estos alemanes llegaron a la Zaragoza de principios del siglo XX se integraron de tal manera que formaron parte del devenir de nuestros tiempos. Hasta tal punto, que hoy en día basta con mirar determinados sitios para presenciar su huella. Todo lo que hicieron, vivieron y aportaron a nuestras vidas, se puso negro sobre blanco con el libro de Sergio del Molino. Ahora se puede ver in situ en esta esclarecedora exposición. Todo tiene su pasado y aquí se nos cuenta para demostrar una vez más, que formamos parte de él. Cada uno de nosotros también somos historia.


“La pequeña alemania”
Centro de Historias de Zaragoza
Palaza de San Agustín 2

martes, 8 de mayo de 2012

Gala de los Premios Simón del cine aragonés.





Ya está disponible el reportaje completo que realicé en la cobertura de los Primeros Premios Simón del cine aragonés. El gozo de cubrir una cita tan importante e histórica es sólo comparable a la placentera visión de las fotografías. Si queréis experimentar algo parecido, os animo a que entréis en mi espacio Flickr.

Espero que os gusten.





viernes, 4 de mayo de 2012

El libro de los rostros.


Internet de vez en cuando sobresalta. No nos imaginamos lo que a otras personas se les puede ocurrir. Y después de concebir la idea, la realidad se desborda. Eso ocurrió con Facebook. La consagración de las “redes sociales” no terminará con el invento de las mentes estudiantiles de la universidad de Harvard. De hecho, hay muchas redes operativas y algunas prometen llegar a ser importantes. Por eso, por la trascendencia de estar ahí para que algo funcione, he abierto un espacio expositivo a modo de galería virtual. De esta manera mi obra se da a conocer en el entorno de Zuckerberg.

Una puerta abierta llena de posibilidades para todo aquel interesado en ser y pertenecer al libro de las caras. Os invito a entrar en http://www.facebook.com/galeriaangelburbano

Bienvenidos todos.