jueves, 20 de diciembre de 2012
domingo, 16 de diciembre de 2012
Los Rolling Stones 50.
Cuando un grupo
musical es conocido en todo el orbe, cuando es capaz de llenar estadios
deportivos incluso en tiempos de penuria económica. Cuando el público canta las
canciones, y en ocasiones ahogan con sus voces la del cantante... es entonces
cuando ya el artista ha pasado a la Historia. La huella permanece imborrable
pues la mentalidad colectiva te asume y te interioriza hasta hacerte propia.
Formas parte ya de la identidad popular (distingamos de global). Andando el tiempo, hay unos cuantos grupos que pertenecen
a la evolución de nuestra Historia mundial. Busco en mi memoria: Elvis Presley,
los Beatles, U2, Maurice Jarre, Madonna... Del lado oriental, Ravi Shankar,
Kitaro... Por no empezar a escudriñar en cada género musical; empezando por la
música clásica, plagada de nombres clave conocidos hasta en recónditos lugares
de cualquier saber profano. Es una de las grandezas del arte inspirado por
Euterpe.
Desde hace décadas,
un grupo de rock brilla con luz propia. Los Rolling Stones iniciaron sus pasos
como muchas formaciones musicales: tocaban en pequeños locales y comenzaron a
funcionar cuando un mánager avispado, Andrew Oldham, los contrató. Fue en un
concierto en la histórica sala Marque Club de Londres donde Los Rolling Stones
fueron fichados por este hombre, y a partir de ahí comenzó su camino
profesional. Era un 12 de julio de 1962.
Hoy casi todo el
mundo conoce a los famosos británicos, o cuando menos ha oído hablar de la vida
de su “frontman”, su alma, Mick Jagger. Uno de esos artistas devenido a
personaje y con una existencia propia de novelas: drogas, sexo y rock ‘n’ roll.
Pero lo cierto es que si miramos objetivamente la obra del grupo, veremos un
buen puñado de discos, giras expectaculares a lo largo del orbe y cantidades
ingentes de dinero en beneficios. Como todos los artistas de largo recorrido,
hay altibajos en su carrera. La creatividad no se mantiene siempre en lo más
alto. Sin embargo han conseguido crear estilo propio, rubricar su existencia desmarcándose
de los demás conjuntos musicales. No sé si serán imprescindibles en la
evolución del rock y el blues (no soy quien para pensarlo), pero han conjugado
a la perfección como nadie el arte musical con la industria del género.
Andando el tiempo,
los años pasan y ahora se conmemoran las cincuenta vueltas al sol desde ese
concierto londinense una noche de julio de 1962. Y en una sociedad actual
pródiga en efemérides, podemos encontrar unos cuantos libros a modo de
compañeros de viaje de estos iconos culturales. Sin embargo hay uno que reviste
la rúbrica de los mismos, presentándose como el oficial. Y es que son ellos,
las cuatro “piedras rodantes” actuales, los que nos sirven de guía a lo largo
de una profusa galería fotográfica que ha editado Blume en nuestro país
titulada “Los Rolling Stones 50”. El libro es un recorrido visual por el fondo
del Daily Mirror, cuyo banco de imágenes (Mirrorpix) ha aunado la vida y obra
de este grupo. Hay también otros fotógrafos profesionales de la talla de Philip
Townsend, David Moffitt entre otros, y el viaje fotográfico reúne el millar de
imágenes. Es un libro, aconsejo, para ver con calma y deleitarse. Empero no es
una biografía. O mejor dicho, una autobiografía, pues son los propios
protagonistas los que aderezan las instantáneas con sus comentarios. El grueso
del paseo visual lo conforman capturas pertenecientes a sus conciertos. De
camino en este viaje, nos encontramos con regalos como la cartelería para la
promoción del mundo de los Rolling, carátulas de sus películas, carteles de
conciertos o momentos no estrictamente musicales (grabación de los discos,
desmayos de las fans y retratos oficiales). En este aspecto, dicho sea de paso,
no hallamos más que una sola fotografía realizada en España. Curiosamente es la
última de un concierto que cierra el libro. Se trata de la actuación en El
Ejido, Almería, celebrada el 30 de junio de 2007 perteneciente a la gira “A
bigger band”. Todo un maratón mundial con 147 conciertos en 735 días. Incluso
se habla de que los beneficios superaron los 550 millones de dólares de la
época. Huelga recordar simpáticamente que el 29 de septiembre de 2003, dentro
de la gira “Licks world Tour” recalaron en Zaragoza. La única vez hasta la
fecha que han visitado la capital del Ebro.
Es aquí donde se
aprecia un punto interesante. La transformación del grupo como banda de éxito
hasta convertirse en una ciclópea maquinaria industrial. El propio Jagger lo
comenta y asume en un comentario del libro. Más éxito y más trabajo, que
propició la salida de algún miembro que prefería una vida más tranquila. Aún
hoy, se asombra el que suscribe al ver las buenas condiciones físicas (cuando
menos aparentes) de un Mick Jagger que vino al mundo en 1943. La viva muestra
de que los viejos rockeros nunca mueren e incluso se pueden mantener en forma.
Convertirse en un
producto exclusivo para su venta sin perder calidad, es algo que pocos han
conseguido. Sus discos son cuestión de gustos, pero el fenómeno social está
ahí. El debate de su evolución musical, basada en el blues por un lado y el
rock por otro, suele ser una conversación abierta. Y más cuando han hecho
algunos trabajos accesibles, tanto como grupo como por separado cada uno de
ellos. Esa es la clave de llegar a todo el mundo, ampliar los contextos musicales
(no necesariamente con la experimentación, que a la larga suele ser propia de
todas las artes aunque se corra el riesgo de no ser aceptado); ellos lo
asumieron porque lo llevan dentro. Corre por su sangre la droga de la música, y
eso es afortunadamente imparable.
Que este libro sea
una visión equilibrada de la vida del grupo es difícil de decir. Pero el
recorrido diacrónico está bien nutrido y convierte este fotolibro en una pieza
clave dentro del imaginario de esta formación. No se pretendía, creo yo, desmenuzar
el día a día como quien dice. Sino recordar. Uno se imagina el momento en el
que Jagger, Richards y compañía se sientan a pasar con sus propias manos los
positivados en papel de los negativos. Y eso, sus impresiones y recuerdos,
conforman la semblanza de este volumen. Al principio del mismo, como
presentación del recorrido que se avecina en las páginas siguientes, cada uno
de los cuatro miembros actuales, escribe unas líneas de presentación y
reconocimiento. Y cuando se dan cuenta del medio siglo, no cabe sino asombrarse
de lo que se ha sido capaz y de lo que queda por hacer. Atrás brillan proezas,
como el concierto gratuito en la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, el 18
de febrero de 2006, ante millón y medio de espectadores. O las tres mil guitarras
que a lo largo de su vida ha tocado Keith Richards. Por no hablar de los
escarceos judiciales con la ley británica en asuntos de drogas, fotos de
singles malhadadas mediáticamente, como la del tema “Street fighting man”. O su
fans exacerbados. Algo no exclusivo de este grupo (casi era habitual que la
polícía británica acabara entrando en los conciertos de The Class) aunque no todos cuentan en su haber con muertes, como la
acaecida en Altamont el 6 de
diciembre de 1969. Tema del que Jagger se desmarca en el libro apelando
a las buenas formas que ha de tener el público asistente. Una existencia que da
para mucho como se puede apreciar.
Con motivo de esta
conmemoración, el grupo ha vuelto a subirse al escenario en Londres a lo largo
de la recta final de este año. También ha aparecido una nueva recopilación de
material musical de su obra. El legado de este conjunto es copioso y se seguirá
mitificando el coleccionismo hasta el fetichismo. Una de las grandezas que
hacen los artistas de verdad. Aquellos, como decía antes, que se han integrado
al corpus cultural de este planeta
tan aciago, y a la vez tan capaz de crear arte sublime.
“Los Rolling Stones 50”
Editorial Blume
2012
lunes, 10 de diciembre de 2012
Senda 2012.
No sé bien qué fue primero, si el caminante o el vehículo. Hay dos marcas, dos caminos en la misma dirección. Desconozco si sus destinos coincidirían. Pero espero que las pisadas humanas sigan su camino y no las hayan atropellado, pues sería triste que yendo en la misma dirección, no llegaran todos a su destino. Que hubiese quien apartara del camino a alguien, en lugar de parar e invitar a subirse y viajar juntos. O viceversa, abandonar el vehículo, y si place, caminar juntos. Una metáfora de nuestra sociedad, captada este níveo puente de evasión montañosa. Allá, en las fronteras de un dios, en el pináculo de la madre Naturaleza, una mañana de diciembre en que arrojé mi alma a la nieve.
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