En 2013 se recordó a Bowie con una magna
exposición retrospectiva del mismo. El lugar elegido fue la capital británica
que le vio nacer un 8 de enero de 1947 en Brixton. David Robert Jones, de
mirada penetrante, rostro enjuto y personalidad inconmensurable, inició con su
vida un camaleónico periplo por el rock y el pop, hasta el punto de crear una
imagen nueva de sí mismo en diferentes etapas de su vida. Demostró así ser
inagotable. No hay más que escucharle, ver sus vídeos musicales e incluso la
ropa que viste en ellos. Observar las fotografías de sus discos para darse
cuenta de que no es como los demás artistas. Aunarse en maridajes catalizadores
con otros virtuosos para alimentarse recíprocamente y dar paso al nacimiento de
un nuevo personaje con fructíferas obras. Me vienen a la memoria las andanzas
del grupo Tin Machine, la relación que le inspiró el mimo Lindsay Kemp, sus
colaboradores, Brian Eno, Micke Ronson o sencillamente el Bowie artista, pintor
desde 1975 o actor de películas en las que descubrimos cómo la vida puede
llegar a ser un tablado de teatro como trasunto de una ficción inventada por el
más ardoroso guionista de cine.
A estas alturas de su vida, hablar de
David Bowie es placentero. Con su semblante que roza la cara de póquer y la
mirada de quien lo ha vivido todo. Deleitarse con su obra no deja indiferente
porque nos enseña a vivir en un mundo deshumanizado que, paradójicamente,
convierte el Arte en panacea humanizadora. Por eso los artistas son necesarios.
No todo lo que ha hecho Bowie me gusta pero siempre que me asomo a él aprendo
algo. Y por supuesto hay canciones suyas que se marcan a fuego lento en la
memoria. No creo que se le pueda etiquetar de artista total pero es un hijo de
su tiempo, nuestro tiempo, como pocos. Y parece que en el 2013 se le reverenció
como lo que es, alguien estrictamente necesario en la cultura mundial; como
cantante, compositor, espectáculo y quien sabe si lo veremos en pinacotecas o
marcando escuela interpretando. No lo sé. Pero sí sé que merece la pena
conocerlo.
Aparte de su música podemos disfrutar con
los ojos. Y para ello, además de las exposiciones, tenemos toda la literatura
que hay sobre él. Por la vista y por el intelecto, entran las píldoras de este
libro: “Bowie. Vida y discografía.” (Editorial BLUME, 2013). Es un libro de
imágenes y textos, nada nuevo, pero algo le diferencia. Esas píldoras a las que
me refiero son clave. El texto que nos conduce por la vida del artista está
escrito por Paolo Hewitt, periodista especializado en música. Pero no es baladí
la selección de citas de Bowie que jalonan el recorrido. Parecen de una
sinceridad profunda, de honestidad tras un largo recorrido que revisten sus
palabras de una impunidad hacia la conciencia, digna de quien no teme nada. A
lo mejor padeció miedos, como todos. Miedo a sí mismo, a su creatividad, pero
sale reforzado del envite avanzando en la vida. Tuvo, es humano, fragilidades:
su disgusto a volar, su pasada adicción a la cocaína… Pero a cada tormenta le
sucede un rayo de luz que se abre paso y crece conforme se disipan las nubes.
Luz en su genialidad y capacidad de adaptación: los nuevos tiempos son un reto
que amplían las perspectivas: en 1999, su disco ‘Hours’ fue el primer disco
salido de las grandes compañías discográficas en venderse por Internet, antes
incluso que saliera su versión física en CD.
Pero no ha sido una persona de récords.
Lo que más me gusta de él es su capacidad de equipo, saber con quién estar es
todo un arte. Y para el que suscribe, un fotógrafo, toda una muestra de
imágenes con historia para sus portadas y diseños de discos. Y es que el
destino nos une. Hace no mucho pude disfrutar en mi ciudad de una exposición
sobre Brian Duffy, uno de los grandes fotógrafos de la moda y la música. Allí,
en el Centro de Historias de Zaragoza, estaban las fotografías que son portada
de este libro. Allí estaba un maestro que me sumió en una bacanal de
sensaciones, que ha continuado con el saboreo de las páginas de esta
publicación. Duffy fue uno de los estrechos colaboradores de Bowie, todos en
sintonía. Cada imagen que ilustra sus discos tiene una historia detrás y
posterior a su publicación. Es el caso del disco “Diamond dogs”, cuya imagen
diseñada por Guy Peellaert sufrió la hiriente mano de la censura para disimular
los genitales caninos en Estados Unidos. Nada nuevo bajo el sol. Otros
fotógrafos trabajaron con él aportando su granito de arena: David Bailey,
Terence Danovan… En los aspectos técnicos, el libro de Hewitt y Robert Elms
(este último autor del exordio a los sentidos que abre el viaje) es preciso e
incisivo. Algo necesario en publicaciones que priman la imagen sobre la letra.
Hay que tener en cuenta que la estructura de este libro es un viaje cronológico
a través de los discos de Bowie. Y al final encontramos toda la información
detallada de cada trabajo, minuciosamente desglosada para hacer las delicias de
los seguidores y el apoyo agradable al periodista musical. De hecho se puede
decir que el lanzamiento del libro es sincrónico y actualizado, pues recoge
hasta su disco “The next day” del 2013. Y no escatima información para
desmenuzar tanto álbumes como singles, películas, reediciones y todo tipo de
lanzamientos e intervenciones del polifacético artista.
Si a eso sumamos el agradable viaje
visual, estamos ante una publicación bien trabajada. Tiene su mérito ante la
avalancha de libros, o mejor dicho fotolibros que uno puede encontrar de gran
variedad de músicos. Son la descendencia de los otrora editados en rústico, que
nos mostraban las letras de las canciones. Ahora Internet suple esa necesidad
del alma intelectiva y aunque de vez en cuando se editan las letras de
canciones de toda una vida, prodigan más en los anaqueles de nuestras santas
librerías, los libros de imágenes que intentan atrapar nuestra atención con la
misma imagen de la portada. Por ello invito a ver este libro sobre Bowie como
algo más. Como una cita nocherniega en un bar de más sombras que luces, en la
que al fondo de la barra, pinchando música, una persona reclama que por un día
(mejor, por una noche) podemos ser Héroes. Y de esta manera quedamos con David
Bowie al son de una cerveza para conocerle. Su vida lo merece, su existencia
invita. Reconozco no ser experto en el británico que nos atañe, pero confieso
que los recovecos de su andar vital son realmente interesantes. De agradecer es
el buen esbozo de los textos. Por cierto, Robert Elms, además de escritor es
hombre de radio en la BBC. Algo tenemos las personas de este medio de
comunicación para necesitar imperiosamente la música. ¿Nos imaginamos un mundo
sin música? ¿Es posible una música sin Bowie? Ciertamente, pero no hubiese sido
igual. Es de esos artistas que han influido desde su personalidad. Hay, como
nos pasa a casi todos los autores, momentos de debilidad creativa. Bowie lo
suple cantando temas de otros. También intentado romper las barreras de la
moda. Pero ¿qué ocurre cuando la moda es él? La respuesta es posible que esté
en la reinvención de la que hablaba más arriba. En el Arte todo es factible. Y
a veces nos damos cuenta de que lo que hacemos no es nada nuevo, pero siempre
aporta algo de nosotros. Ese personalísimo Bowie es el que hace Historia. Y esa
vida necesita muchas páginas para ser descrita minuciosamente. En ese campo
este libro es incompleto por la sencilla razón de que queda el futuro por venir.
No creo que el origen de este trabajo fuese hacer una biblia de estudio. Creo
que su objetivo era establecer una semblanza profesional y bien acompasada. De
esta manera el resultado es satisfactorio. Como las citas que riegan el
recorrido de la publicación. Pensamientos personales de Bowie dichos desde el
Interior. Hay muchos donde elegir por su calado íntimo. Sin embargo termino
parafraseando su opinión sobre la música, que (por desgracia) no evita los
males de la vida, pero siempre está ahí con nosotros. Dando calor, mitigando el
dolor, secando las lágrimas y dando energías para irradiar a nuestro corazón y
a los demás. Pero eso nos incumbe a todos, a los artistas y al público. Ahora,
la mejor sensación al cerrar las tapas de este libro (si es que existe el libro
que se cierre del todo) no puede ser otra que la de escuchar a Bowie. Desde su
primer álbum personal de estudio en 1967 hasta ahora, pasando por su
construcción musical y sus escarceos artísticos: queda la obra, bailemos.
“Bowie. Vida y discografía.”
Introducción de Robert Elms.
Texto de Paolo Hewitt.
BLUME
2013