miércoles, 23 de marzo de 2011

Urdiendo ficciones.




Hubo un tiempo de honor, acero y pesares. Curtiendo la piel a base de aventuras y no menos menesteres que conformaban la personalidad de un estamento social proveniente del ejército, del milites. De ahí nació una figura clave, la caballería. Hombres de aventuras y posterior nobleza, en busca de una vida acorde con los ideales que la Edad Media propugnaba: virtud, rectitud, honor, cristianismo... Por un lado estuvo la realidad misma, y por otro la ficción. En este último campo me evado a veces hasta el desvarío. Y en la memoria mía taciturna y soñadora, se complacen, en deleitosos sueños, caballeros, doncellas y una caterva de seres imaginarios extraordinaria. Son las novelas de caballerías, o dicho de otra manera, la literatura de evasión, de consumo, de la Edad Media.

En esa literatura, España ha dado una riquísima cosecha. Debería citar nombres con reverencia sublime, desde Amadís de Gaula hasta mezcolanzas histórico-legendarias como los cantares de gestas. Nombres valerosos y hazañas militares idealizadas, aventuras mágicas, religiosas... Es un dejarse llevar placentero. Y de entre todas esas obras, sobresale un descubrimiento más o menos estudiado. Un libro de caballerías, Don Cristalián de España. Sin decir su autor, cualquier lector lo disfrutaría como una obra más. Una narración caballeresca plagada de personajes y con unas historias entrelazadas que te mantienen ensimismado en la lectura hasta la ceguera. Ahora bien, hay un detalle interesante, esta obra, publicada por primera vez en 1545 en Valladolid, fue escrita por una mujer, Beatriz Bernal. Si nos ponemos en situación, y en el lugar de la autora, veremos que este hecho es revolucionario. En una sociedad medieval española, en la que la mujer vivía por y para el cuidado del hombre, de la casa y de la fe cristiana, es extraordinario que una mujer no sólo escribiese (pues hay más casos de novelas medievales escritas por féminas) sino que incluso publicara oficialmente un libro de andanzas caballerescas. Libros, por ende, tenidos como literatura de consumo y vulgar pasatiempo mental, reprochados por la iglesia cristiana católica española. A ese contexto, a esa autora y a esa obra, ha dedicado años y esfuerzos Donatella Gagliardi con su libro “Urdiendo ficciones. Beatriz Bernal, autora de caballerías en la España del siglo XVI.” (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2010).

Desde mi humilde opinión, de una mente que siempre está aprendiendo, me atrevería a decir que tenemos en nuestras manos un estudio decisivo. Una puerta abierta, o mejor, un pistoletazo de salida. Gagliardi nos aproxima a Beatriz Bernal y a su obra, colocándola en el sitio que le corresponde. Su estudio está muy estructurado y nos hace comprender el contexto y la grandeza de esta autora.

Primeramente nos coloca en situación para penetrar en la época que le tocó vivir a la autora de Don Cristalián de España. El peso de una moral rígida de lo que se debía leer, no dejaba lugar a dudas. Había que alimentar el alma con todo tipo de obras y autores bien reconocidos por la Iglesia. Otros tipos de lecturas, suponían emponzoñar nuestra mente, pervertirla. Curioso el caso de las novelas de caballerías, que no dejaban de ser muchas eminentemente cristianas por sus hechuras en virtudes caballerescas, pero pródigas en ejemplos a no seguir. A saber: salidas de tono, amores lujuriosos... en definitiva, invitaciones del diablo que es mejor no leer. Y aún así, no hay biblioteca de la época que no posea un libro de esta índole. No hay imprenta ni editor que no haya publicado algún relato de caballerías. No es extraño pues, que ellas, las mujeres lectoras, alimentaran su imaginación igual que lo hacían los hombres. En este aspecto, el libro de Gagliardi es una reivindicación académica por esta escritora, Beatriz Bernal, y por las mujeres que, a pesar de las imposiciones sociales, alimentaban su ser aunque fuese en silencio.

Urdiendo ficciones abre el recorrido precisamente poniendo el dedo en la llaga acerca del poco reconocimiento historiográfico que ha tenido Don Cristalián. Por tanto, el estudio que nos atañe, es una reivindicación fundamentada en la investigación sobre una mujer y su época. La aproximación a esta novela de caballerías se hace con detallismo. Desde influencias que ha provocado en obras posteriores de otros autores, hasta el desglose de su argumento en una nutrida sinopsis. Recomendable, por cierto, leer dicho epítome con una libreta al lado, para no perderse en el bosque de nombres y aventuras.

A la par descubrimos la vida de Beatriz Bernal y la de su obra, reeditada más de una vez incluso fuera de España (es el caso de Italia). Con este viaje conocemos de primera mano la cultura y la intelectualidad de la España del siglo XVI. Los avatares de algunas imprentas y de algunos libros. Una época, donde las andanzas de estos caballeros de tinta, vivían sus años dorados en cuanto a edición y ventas. El estudio de Gagliardi realiza salidas del camino que enriquecen. Detalles históricos de la influencia narrativa de este tipo de literatura. Llegando incluso a mostrarnos la autora, inventarios de libros que conformaban algunas bibliotecas privadas. Recordemos que quien da o deja un libro, crea un legado. Hay incluso en Urdiendo ficciones, un capítulo dedicado a los personajes femeninos de la novela. Se detiene Gagliardi en un lustre feminista que hubiese dado para mucho. Pinceladas de esto da en su estudio, poniendo el énfasis en la gran labor de la escritora medieval a la hora de sortear los corsés de la época y crear una obra políticamente correcta, pero subrepticiamente transgresora; la libertad creadora de una mujer escritora, dentro de una sociedad masculina.

Una vez leído el trabajo de Gagliardi hay que reconocer la calidad de Don Cristalián y la valía de su autora. Y por supuesto, el placer de sumergirse en las aventuras de Lucescanio, el Caballero del León y todos los personajes que viven un sinfín de avatares de la existencia.

Quizá sólo un apunte negativo por mi parte, al soberbio estudio en el que nos hallamos. A lo largo del mismo hay muchas citas de referencia a otros textos, sobre todo de opiniones procedentes de variados autores. Se incluyen estas citas en su idioma original, pero sin ser traducidas al castellano (caso de párrafos ingleses e italianos). No habría estado de más traducir esos textos para los no muy versados en idiomas (caso del que suscribe este artículo). No obstante, se trata de pequeñas incursiones textuales, para apoyo de la investigación histórica que se acomete.

El resultado es esclarecedor y contundente. Un estudio necesario para una novela de caballerías, que debe entrar definitivamente a formar parte del corpus del género. Una luz necesaria para la literatura y por ende, para la grandeza de la creatividad humana, sin distinción de sexos.





“Urdiendo ficciones.
Beatriz Bernal, autora de
Caballerías en la España del XVI.”

Donatella Gagliardi

Prensas Universitarias de Zaragoza

2010

sábado, 12 de marzo de 2011

El sueño imposible.



Si el sueño de la razón produce monstruos, la vigilia de la conciencia desvaría hasta la locura. Sumergirse en la hondura de nuestras entrañas puede ser un viaje que alimente la creatividad del artista. El artista, el poeta, máxima expresión de la creatividad misma; la magia de la palabra y su poder. Una vez más vuelvo al romanticismo. La elevación máxima del artesano del lenguaje.

A veces me sumerjo en el proceloso sueño de un romántico decimonónico. La riqueza de la percepción es infinita, por ello la creación artística nos pone a la altura de un dios. Aunque la bajada al Hades puede ser traumática. Un guía exquisito para ese viaje ondulante con un sabio Caronte, es Friedrich Hölderlin (1770-1843). Su poesía supone los arquetipos que alimentó el movimiento romántico, y sobre todo en Alemania, origen de esta percepción de la existencia. A nuestras mentes ha llegado un pequeño delicatessen. Se trata de “El sueño imposible (Antología poética) de Friedrich Hölderlin”, editado por Libros del Innombrable en 2010. Una selección de poemas realizada por Raúl Herrero que ha traducido y acotado Mariano Berdusán Cabellos. Pero es más, estamos ante una deleitosa traducción que ha hecho nuestro querido octogenario aragonés; como él comenta en el prólogo, disfrutando en ese encuentro con el poeta alemán y su idioma. Un regocijo en uno de los más grandes poetas alemanes de todos los tiempos.

Hölderlin sufrió en gran medida la vida. Los encontronazos con sus sueños rotos, sobre todo sus amores, a la larga imposibles e imposibilitados… Su vida es azarosa intentando vivir de su intelectualidad. Sus ingresos venían sobre todo de dar clases particulares y tutorizar jóvenes. Las últimas décadas de su vida fueron pasto de los desvaríos mentales de una mente quizás esquizofrénica. ¿Es ese el fruto de una sensibilidad desbordada en una sociedad agostadora para todos los sentidos? No creo que haya una sociedad perfecta, pero sí una sensibilidad necesaria. Es el caso de Hölderlin.

Pocos movimientos han conectado con la Madre naturaleza como el que nos trae, y Hölderlin es uno de sus máximos valedores. El amor y la obnubilación por los paisajes, por los ríos y por los hombres, es grandioso. Y cuando digo hombres, los incluyo en su entorno y en su pertenencia de donde procedemos. Lástima haberlo olvidado en nuestros días.

Los motivos de esta antología discurren por temas concretos y claves. La Naturaleza, la patria, el amor y la religión. Hölderlin, que hizo estudios de teología, admitió en su fuero interno esa querencia sublime a Dios. Un dios personal pero universal (¿hay mejor ley que el amor?). La Naturaleza cobra un tinte de deidad en su concepción del mundo y así se ve en su obra poética. Todo se basa en la bondad y en la virtud. Es una constante. Y ese es el camino a la felicidad, la comunión de los sentimientos. Uno de ellos, el amor, el más intrincado de todos. Atisbos de soledad se recogen en algunos poemas, entre ellos los personificados en Diótima, uno de sus amores terrenales, transfigurado en el célebre personaje de “El banquete” de Platón.

Pero el soñador que es Hölderlin nos habla también de la gran belleza de la comunión de la gente, el sentido patrio del pueblo. No pierde nunca la fe en el hombre. En su camino recto a través del Bien, caminando así “por senderos de bendición”.

La magnificencia de la trascendencia, los Celestes, que él llama. Alimentando siempre la conexión con la deidad, pues como dice en su poema La gloria, “la armonía está relacionada con Dios”. Ciertamente el romanticismo fue muy cristiano en sus orígenes. Pero tendiendo a un cristianismo idealizado y en concomitancia con la Naturaleza.

Además Hölderlin fue un apasionado de la Grecia clásica que tanto estudió y amó. Grecia y sus ansias de libertad cuando estaba ocupada por Turquía, fue no vano motivo romántico para muchos autores y en la persona que nos ocupa, Hiperión fructificó en su héroe trágico y a la postre solitario. Un personaje de novela que encontramos poetizado en esta antología.

El paseo propuesto en esta selección de poemas es gratificante para el acercamiento al célebre poeta. A su vez, el disfrute es exquisito. A través de los ojos de Hölderlin uno siente la comunión con la vida en su más profunda dimensión. Es un dejarse llevar por las cosas del día a día para ver más allá, ver en el interior y descubrir ese sentido total de la existencia que caracterizó al Romanticismo. Esa pertenencia al Todo que a su vez imbuye al individuo. El sueño imposible, se dice, pero seguimos soñando.



“El sueño imposible (Antología poética)”

Friedrich Hölderlin

Libros del Innombrable

2010


domingo, 6 de marzo de 2011

Carnavalesco.



Andando a través de la noche, abriéndome paso por la maraña de imágenes que nos atacan simultáneamente por las calles de la urbe, me percaté de una presencia turbadora y desasosegante. Eran unos efebos que me observaban quietos y hieráticos. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y vi pasmado su mensaje, directo y esclarecedor: ¡compra!.

Miedo se apoderó de mi talante y desconcierto en mis pensamientos al descubrir que eran maniquíes. Simples y concisos muñecos de ropa para niños. Sólo un detalle los transmutaba en seres oscuros nacidos de tinieblas espantosas. Dada la época carnavalesca, les habían colocado en sus cabezas, unas caretas que representaban animales de parajes selváticos.

Ese híbrido entre humano y animal, la iluminación tenue y sobre todo, la mirada hueca y sin ojos de las caretas, convertían un simple reclamo comercial, en una invitación para sumirse por los derroteros más terroríficos de una tienda de ropa. A la sazón, y a juzgar por la representación, toda una atracción de feria, de esas que invita a pasar miedo.

No compré ni una sola prenda, es más, me dieron ganas de salir corriendo y cerrar a cal y canto mi morada, a la vez que debería desempolvar viejas clavículas y grimorios para defenderme del Mal, siempre presente, siempre acechante.

Miraré a partir de ahora ese escaparate con otros ojos, y en la veleidad del acto de ir de compras relajadas, siempre tendré un ápice de prudencia, un pequeño recuerdo a las máscaras que me observaron; maniquíes sin vida que a pesar de todo me hablaron… y me estremecieron.