Todo editor, además de cumplir una labor divulgativa extraordinaria, es además un artesano. Cuidar, e incluso mimar un texto cuando ve la luz en negro sobre blanco, denota que por las venas de un editor corre la pasión desbordada del que da a luz una nueva existencia. Porque, como sostengo, los libros tienen vida propia.
Y si comenzamos a pasar las páginas de publicaciones de arte, el espectáculo puede llegar a conformar un viaje visual sin precedentes. Y además, como con todo libro de papel, no hace falta depender de una fuente eléctrica.
Pero hete aquí que hay editores que subliman su labor. Se percibe cuando la bibliofilia conforma la filosofía de un editor, el amor por el libro. Es el caso de un artesano montisonense capaz de poner en nuestras manos selecciones del arte y el pensamiento humano de épocas pretéritas.
José Luis Orós es editor de “libros miniados” porque lo que publica son miniaturas en sí mismas. Pero cada uno de ellos abre una puerta que, no exagero al decir poblará nuestros paladares de un arco iris de sabores letrados, llenos de una imaginería exquisita.
La idea es picotear en obras selectas para alumbrar versiones, primorosamente editadas, de un tamaño no superior a la palma de la mano y fieles al original. José Luis busca obras clave de siglos pasados. Escoge textos e imágenes y los imprime en altísima calidad sobre papel para la ocasión. Cada libro que se materializa está confeccionado a mano; es la viva muestra del editor convertido en artesano. Es la confirmación propia de un glorioso oficio que también es Arte.
Su labor es accesible a través de Internet y poco a poco comienza a vender sus joyas en el extranjero. No persigue el lucro. Lo conozco personalmente y su delicadeza en la “imprenta” posee el cuidado del primor ontogénico. Su buen gusto en la selección de textos en imágenes denota su cultura. Como muestra, un pequeño gran botón de una temática tan afín a la vida misma: la muerte. En este caso representada por Hans Holbein “El joven”. Disponibles por cierto sus criaturas editoriales a precios más que razonables.
Personas así no sólo son de agradecer la labor que realizan, sino que es francamente necesaria, pues el amor es contagioso. Ellos son los primeros en saber que lo que editan tiene vida. Con una diferencia, nosotros, lectores, un día dejaremos de estar aquí. Pero la vida escrita en negro sobre blanco nos sobrevivirá. Un alumbramiento de eternidad concebido en manos mortales. Otra de las grandezas del artista, a fin de cuentas Arte en unas cuantas páginas.
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