lunes, 2 de mayo de 2011

Nueva York.



Recién caído aparezco de cruzar el charco tras descubrir el Nuevo Mundo in situ. Con la vista mareada por la multitud de espejismos y aletargada frugalidad del turista contumaz; aclimatarse a la realidad tras un paseo por la materia de los sueños americanos. De mis múltiples apreciaciones y sensaciones de la Gran Manzana, puede, y es un riesgo para un mediocre fotógrafo de viajes como yo, que esta imagen sea el reflejo más aproximado a mi cuaderno de bitácora personal, acerca de un viaje del que suscribe a Nueva York.

Tres símbolos se graban poderosamente en mi retina. El crisol de hierro y cristal, un patriotismo innato que ya quisiera el soldado Chauvin, y lo que no se ve en la fotografía, la gente. En contra de lo que se dice, creo que Nueva York no tiene personalidad, porque son muchas y variadas las mentes que allí habitan. Ideas y multiculturalidad, bajo la batuta del sentido crematístico de la vida. En ese aspecto, esta colmena mundial, es única. En otros, es hija de la mano del Ser Humano, como en todas partes que se precie.

Quizás, en un segundo de atisbo mientras caminaba por sus calles, haya capturado este pequeño homenaje. Sin duda, una vulgar imagen deleitosa, sólo un guiño más en el mar de ojos que miran sus días.


2 comentarios:

  1. .. y que haces al otro lado del charco, mi más que medriocre fotografo... P. G.

    ResponderEliminar
  2. I. Mallor
    Qué suerte la tuya. Es un buen destino para un fotógrafo, supongo que tendrás miles de fotos, buen material para hacer una exposición o un pase en CFA. Animate y enseñanos algo más de Nueva York.
    Besos.

    ResponderEliminar