Me gusta observar a la gente cuando camino por la calle. Mirarles a los ojos sin que se den cuenta. Da igual no obstante que se percaten de mi acción, es sólo una mirada más… Sin embargo he observado despavorido una característica que se va haciendo más común. A veces me fijo en cómo andan las personas, sobre todo las que llevo delante de mi caminar. Muchas, andan haciendo “eSes”. No hablo de efectos del alcohol, sino de una especie de deambular mientras se camina. De una oscilación, involuntaria imagino, en el trayecto. De una duda hacía la dirección a seguir.
Me pregunto yo, ¿será reflejo de esa constante incertidumbre vital?, ¿de ese vacío interior?, ¿de esa falta de creencias?, ¿de ese pensamiento abusivo y repetitivo que nos distrae?... No lo sé, porque ni siquiera sé si yo mismo ando haciendo curvas. O a lo mejor es que miramos a tantos lados que el cuerpo no sabe hacia dónde ir.
Esta apreciación mía acerca del andar de los demás, la corroboro cuando en aceras estrechas y angostas hay que sortear a los que vienen porque aunque uno intente mantener la línea recta en su caminar, siempre tiene que esquivar… a alguien que viene haciendo “eSes”. Como la vida misma, el resultado final es una mezcla entre lo que deseamos y lo que nos dejan hacer. Un compuesto como el aceite mezclado con agua, que acaba siempre separándose.
Si el caminar dice mucho de nuestra personalidad y vida, creo que la brújula que tenemos dentro va algo desorientada. Hay quien pisa firme y decidido y en línea recta… Y esos son los que muchas veces tengo que soslayar porque sé que no se apartarán. Como el que cruza un paso de peatones y se enfrenta de sopetón a alguien que intenta sortearnos a la vez que nosotros realizamos la misma acción.
Podría pensar que ya no sabemos transitar. Pero no sería justo con las personas ancianas que tienen que oscilar en su andar irremediablemente. Puedo pensar que no tenemos civismo, pero sería injusto con los que ceden su momento ante otro. Pero el asunto es grave. Imaginemos que oscilamos al conducir, al ir en bici… Yendo más lejos imaginemos que nuestra lengua oscila al hablar. Podríamos dar a equívocos en lo que decimos. Es francamente un misterio. Un día preguntaré a quien proceda, el porqué de sus zarandeos al caminar. A lo mejor ni él o ella sabe que lo hacía.
El paso firme no está de moda. La línea recta ya no es el trayecto más corto entre dos puntos. Invito a las autoridades competentes que hagan calles en forma de serpentina. Y a los que andan bien… que disfruten de andar dando “eSes”. Me seguiré fijando en el andar de la gente cuando camino.
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