jueves, 14 de enero de 2010

Magia eléctrica.



El pasado 9 de enero el guitarrista sevillano Raimundo Amador ofreció un concierto en el conocido local zaragozano Café Hispano. Fue la segunda ocasión que he tenido de ver sobre un escenario al que para mí es uno de los mejores guitarristas eléctricos de España. Lo descubrí en el 2004 dentro de la soberbia gira que protagonizó junto a B. B. King, otra de las grandes guitarras de la historia.

Amador, artesano del flamenco, es un buen ejemplo del eclecticismo musical que bebe de varias fuentes porque aprende de ellas. Encuentra lo que le conviene para hacer su arte con unos dedos mágicos.

Magia, eso debe de ser. De hecho, nada más salir al escenario Raimundo tiene por costumbre tocar las yemas de los dedos de su mano derecha con las de sus respectivos compañeros.

Tenía curiosidad por ver cómo pasa el tiempo, como éste transforma a un artista. Siempre permanece la esencia, quizás algo manida, pero con el virtuosismo que le caracteriza al intérprete y compositor. Hubo algo de su recital que no me caló y es la profusión que hacen a veces los artistas por reversionar otros temas. En este caso, oímos desde el archiconocido Are you gonna go my way de Lenny Kravitz hasta el grandioso Purple Rain de Prince. En medio, un poco de todo, incluso recuerdos de “Pata Negra”, el grupo con el que triunfó.

Sorprendente. Nunca me olvido de su mirada y su cara; a medio camino entre el niño bueno y el travieso. Y eso es lo que trasmite en sus devaneos musicales, ese es el fruto del Blues que hace ya tiempo asumió, y firmó como impronta personal para enriquecer su flamenco de sangre. A la sazón ya pasa el tiempo y Raimundo sigue siendo muy buen guitarrista. Seguramente, como decía un conocido crítico musical de mi ciudad, quiso reunirse con sus seguidores e incondicionales para disfrutar, sin más pretensión que la del amigo que hace tiempo no ves y aparece para una comunión recíproca.

Espero que siga siendo él mismo. El gran guitarrista que nos gusta, y el pequeño niño que juega con la música. Algo de magia, en un duende sevillano, venido a más con el Blues.



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