sábado, 20 de junio de 2009

La ley reseca

Conozco el tesón del alcohol enjaulado en vidrio por liberarse a través de una compañía placentera que ayuda a olvidar, proporciona calor y divierte. Es algo más que una droga o un vicio. Es parte de la cultura humana a través de los tiempos. Hoy nos asusta ver cómo no podemos controlar el fenómeno llamado “botellón”. Nos asusta porque los padres de las jóvenes criaturas no pueden evitar que sus hijos beban lujuriosamente. No pueden inmiscuirse en su intimidad vigilando, encerrando cual niños que han hecho algo malo, o prohibiendo. Para ellos, los padres, parece que ya es tarde. Faltos de proveer una educación cercana que han delegado en los colegios, se enfrentan a una adolescencia y a la propia calle que enseña a sus hijos a ser lo que ellos creen que es la libertad.

Ahora el Ayuntamiento de mi ciudad, Zaragoza, accede a cortar por lo sano. La última alternativa; el castigo y la prohibición. El Estado ha fallado una vez más, los padres han fallado de nuevo.

Hace poco veía en televisión a un alto responsable de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) reconocer que acabar con las drogas es una utopía. Abogaba por la solución de la educación para que el individuo sepa elegir y actuar con responsabilidad. Creo que el problema no son las drogas, sería otro tema. El problema es la educación y el sentido común. Pero eso es aplicable a todas las edades. El problema del botellón recoge dos trasfondos: uno es el uso ya habitual de la bebida como elemento lúdico y de alteración de la conciencia. Otro es la carencia de responsabilidad que demuestran los jóvenes. Si los grupos que hacen botellón dejaran todo tan limpio como estaba antes de sus reuniones, el problema sería menos. Tan solo habría quejas de ruidos (que no es cosa baladí por cierto). Pero si por un lado he de reconocer que muchos jóvenes de hoy (qué tentador es generalizar) son auténticos desconocedores de las buenas maneras, por otro hay que decir que muchos adultos deberían volver a leer los antiguos libros del saber estar. España, es uno de los países que menos conciencia ciudadana de la convivencia tiene. La suciedad de las calles es general porque es común tirar colillas y papeles al suelo. En Zaragoza, es normal ver a ancianos sustraer flores recién plantadas por el Ayuntamiento. Nadie les multará por alimentar sus macetas privadas con el erario público. Por no hablar de adultos de todas las edades firmando con excrementos en la calle la incapacidad de alcanzar un lavabo. Las cloacas harán el resto.

No debemos centralizar el problema de la mala educación y la mala responsabilidad en los jóvenes cuando muchos adultos son un ejemplo a no seguir. Cuando viajamos por otros países europeos salta a la vista que por las calles de nuestras ciudades españolas caminan piaras en lugar de gentíos…

Esta ley del botellón creo que es fruto de una presión social y política que habrá que ver cómo funciona. Recuerdo que los jóvenes de mi ciudad sólo se manifiestan cuando les agreden sus forma de vida y de ocio. En los últimos años no he visto manifestaciones contra la “vivienda”, el “paro juvenil” y otros temas de interés vital. Sí por el contrario recuerdo la que se armó en Zaragoza por el cierre de bares a horas más tempranas. Los jóvenes deberían hacer acto de contrición pues ser educado y limpio no cuesta nada. Pero el Estado debería ser coherente. Y sobre todo, los padres, educar de verdad. No castigar ni delegar en colegios lo que deberían inculcarles ellos. Este parche social dará que hablar. Pero quería comentarlo y me pongo por supuesto en la piel de los jóvenes que para salir de marcha necesitan un dineral.

No obstante siempre se puede corregir. Ellos pueden ser más limpios y más respetuosos con los demás. Así la sociedad será más condescendiente con ellos y no más represora.

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